lunes, 10 de octubre de 2011

¿Hablan mal de ti?

La semana pasada una de mis mejores amigas me comentó que estaba muy triste porque le tocó escuchar comentarios negativos sobre ella en dos situaciones y contextos diferentes, en un mismo día. Como buena amiga la empecé a animar y en ese momento no me pareció oportuno contarle que yo también había vivido una situación similar, aunque de una manera chistosa, probablemente a muchos les haya pasado, les cuento:
Hace algunos dos meses, cierta chica entró a trabajar a la agencia en la que trabajo, enseguida le empecé a tratar, puesto que nuestros puestos de trabajo tienen que trabajar conjuntamente, además me gusta ayudarle a la gente nueva a romper el hielo y a que se relajen en su nuevo ambiente laboral, la chica me cayó muy bien y según pensé, yo también le había caído muy bien, porque bromeábamos y nos acoplamos. La invité a participar en una de mis actividades, gracias a esta "bella" economía, me dedico a hacer ahorros de zapatos para incrementar mi ingreso mensual, y ella aceptó, cuando me tocaba entregarle sus zapatos la cité en la tienda que estaba cerca de la oficina para que se probara los zapatos que había elegido, yo estaba fuera de la oficina en esos momentos.
Le mandé un mensaje de texto diciéndole que ya estaba a punto de llegar, a lo que ella me responde un “ok”, a continuación no sé qué fue lo que le pasó a ella que al querer enviarle un mensaje de texto a su hermana, por error me lo envió a mí y se estaba expresando en una forma despectiva hacia mi persona, sinceramente me desconcertó bastante puesto que no pensé que ella tenía una mala impresión de mi y mucho menos que se expresara de esa forma, ya que nunca le he dado motivos para hacerlo, por el contrario. Sin pensar en lo que estaba haciendo le respondí el mensaje con un simple y muy ponzoñoso “gracias”, ella enseguida me respondió pidiendo disculpas y alegando que ese mensaje ni era para, ni se trataba sobre mí, por supuesto que no le creí ya que su argumento estaba totalmente fuera de contexto.
En ese momento muchas cosas pasaron por mi cabeza, estaba a tan solo unos cinco minutos de tenerla frente a frente, y dado que no soy una persona de tranquilo temperamento me empecé a poner nerviosa y traté de relajarme lo más que pude para no hacer una escena en plena vía pública, empecé a cantar en mi mente, para pensar en cualquier cosa menos en lo que acababa de pasar, el coraje se estaba apoderando de mi, y cuando eso pasa me da por llorar, por supuesto que no le iba a dar la satisfacción de verme llorar ni mucho menos con las huellas de lagrimas en mis ojos, así que me dedique a dar vueltas por la tienda y distraerme antes de que ella llegara, me tranquilice lo suficiente como para mostrar un semblante lo suficientemente relajado como para portarme amable, aunque distante.
Cuando ella llegó, alegando que tenía mucha prisa, le entregué sus zapatos y salí prácticamente corriendo de allí.
No les voy a mentir, sobre todo a ti, mi querida amiga, esas situaciones dejan una huella en tu personalidad, me gustaría tener una guía para compartir con ustedes y decirles exactamente que hacer o decir en estos momentos, pero desafortunadamente no puedo, lo único que puedo decirles es que no permitan que esto les afecte, sigan adelante, piensen en la reflexión de “El saco de carbón"
A mi me mortificó por toda una semana, hasta que me puse a pensar que yo no fui la culpable, yo no propicié que ella se expresará de esa forma de mí, y que si lo hizo es porque así está acostumbrada a tratar a las personas, así que ¿quién es la que queda mal, ella o yo? Definitivamente, yo no, por eso repito amiga mía, “si los perros ladran, es señal de que vas cabalgando”

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